10 marzo 2012

Naifado

Aún no acaba uno de recuperarse del todo del concierto de A Naifa, el pasado miércoles en el São Luiz. Como a casi todas las cosas buenas de la vida, llegué hasta A Naifa a través de amigos: recomendación primero de Lino y después de Martín. Me gustaron (y mucho) sus tres discos; pero el directo del otro día, en que presentaban el cuarto, "Não se deitan conmigo corações obedientes", fue simplemente espectacular. Por el continente: una exquisita profesionalidad; una escenografía sencilla y elegante; sobre todo, renuncia al autobombo, sin concesiones a un público que apenas encontraba espacio para los aplausos entre canción y canción. Y, claro, por el contenido. En este "Não se deitam..." se repiten algunas constantes en los álbumes anteriores. La más importante, el tino en la selección de los poemas (y de los versos, muchas veces la canción se centra en unos pocos versos o estrofas) sobre los que la música (sobre todo la guitarra portuguesa de Varatojo y la batería de Palitos) y la voz (!ay la voz!) de Mitó Mendes construyen las canciones. A Naifa es, ante todo, una excelente lectora de poesía. Como muestra, "Emulos" (track 3 del CD), en que Mendes y Varatojo hacen una lectura espléndida del que es sin duda el mejor verso de este poema de Margarida Vale de Gato: "un clima de aparato y de sigilo". Si alguna palabra define este nuevo CD (primero tras la muerte de uno de los fundadores del grupo, João Aguardela, y, por tanto, con nueva formación) es contención. Contención en los poemas (menos concesiones a la ironía que en proyectos anteriores) y contención en las músicas, con líneas líricas tan reducidas como eficaces (que no en los ritmos; en el directo la batería de Palitos fue protagonista en varias canciones, algo que quizás no se aprecia tanto en estudio). El resultado es una "naifa" (navaja) que suena por momentos más ronca y más nocturna, como en "Cat people" (track 6), otra de mis favoritas; más fadista también: no al estilo del fado-canção de Amália y Oulman, del Luso y el Olympia de París, sino del fado original, el canalla y tabernero de la Severa y de las tascas y los callejones de Alfama. Tabernero como esta navaja con cachas de marfil, que sigue hiriendo profundamente. 

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