Tras comprobar en el casino que ahora el azar sopla a su favor, Matías se convierte en otro, en su heterónimo. Y crear una vida nueva (una tarea que siempre nos ha parecido divina) en el fondo no le cuesta tanto. Buscar un nombre (Adriano Meis), inventar un pasado (unos cuantos nombres, unas pocas fechas, algunos lugares) y echarse a vivir. Algo que fácilmente cualquiera de nosotros es capaz de hacer en un trayecto de tren.
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