Susan Sontag sugiere (“On Photography”) que la fotografía descargó a la pintura de la pesada tarea de tener que representar la realidad, casi siempre proteica y traicionera, permitiendo así a ésta transitar por los caminos de la abstracción. Mientras tanto, la fotografía, cloruro de plata sobre papel, negativo vuelto mil veces positivo, nos enseñaba a ver realidades cuya belleza había escapado a los ojos del pintor (no del poeta): ningún pintor de renombre habría mal(?)-gastado óleo y tela para reflejar estas filas de libros.
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