LAS CUATRO MAÑANAS
PRIMERA MAÑANA
Debía de ser tarde cuando llegué,
todo había sido repartido ya
entre los otros y sus descendientes.
Me dejaron, sólo, el cielo sobre los tejados
allí, bien en lo alto,
respirar
y soñar.
El resto,
aquí, abajo,
era de los otros y sus descendientes.
La tierra entera
y el mar
y el aire
todo medido
enteramente dividido con regla y cartabón
entre los otros y sus descendientes.
Nada faltaba al mundo
si estaban los otros y sus descendientes.
Toda la tierra
extranjera
salvo el pedazo éste donde nací.
Nada me dejaron:
soñar.
¡Que soñase!
¿Y yo, yo que amo la vida más que el sueño,
yo que amo el sueño y la vida juntos
más que a cada uno por separado
y que no sé soñar otra cosa que la vida
y que no sé vivir sino en sueños
aquí he de morar
entre los otros y sus descendientes?
Eran míos los caminos
los caminos tapiados
sólo los caminos eran míos.
Acababan los caminos
para que otros caminos comenzasen.
Puertas cerradas
ventanas cerradas
sólo los caminos eran míos.
No concluía mi viaje
en el término de todos los caminos.
El fin era otro
y estaba tan cerca de mí
en todos los caminos.
Tan cerca de mí
quien yo buscaba
aquel que no era ninguno de los otros y sus descendientes,
alguien cuya persona era yo
que no me encontraba.
Susurraba una voz y ya sabía yo
que no era uno de los otros y sus descendientes.
Y ése que la voz sabía que era yo
me guiaba por los caminos
mis ojos delante de mí
y en el pecho el corazón contando.
Bien lo sabía la voz
y yo para encontrarme.
Recuerdo en los caminos cuántos
como yo
a la búsqueda de tantos como ellos.
Perdidos,
¿perdidos? ¡No!
No hallados
No hallados aún.
Perdidos no.
Perdidos por encontrarse
muertos por verse a sí mismos
tal como son.
Llevan el sueño en el aire
y el corazón contando
las edades que han de pasar
hasta llegar a ser
el que va en sí.
Nacer: venir a este mundo,
aún no llegar a ser.
Nacer lo deciden otros.
Lo nuestro comienza después de nacer
hasta llegar a ser
lo que de nosotros hace el sueño.
Ya conozco los caminos de memoria
ya sé cuánto vale una promesa
veo ya claramente en el sueño
lo que la vida imitará en mí.
Pero, más allá,
y el sueño y la vida
¡han de liberarse el uno del otro en mí!
Traducción: Luis María Marina
El texto portugués procede de la edición de los poemas de Almada Negreiros de Fernando Cabral Martins, Luis Manuel Gaspar y Mariana Pinto dos Santos (José de Almada Negreiros, Poemas, Assírio y Alvim, 2° edición corregida, Lisboa, 2005).
No hay comentarios:
Publicar un comentario