06 enero 2013

Dos poemas de João Miguel Fernandes Jorge

 

 

LA LENGUA PORTUGUESA ES UN PRODUCTO DINÁSTICO

 

Nos encontramos ese verano en Alcobaça. “En el

brazo sur del transepto”, le dije por carta. Cuando

llegué al túmulo de D. Pedro lo vi precisamente

en el lado norte, junto al túmulo de Inés, cifrando el

 

misterio de la esencia y de los arquetipos de la teología

negativa en la figuración de los seres híbridos a que se

asocia el castigo de sus asesinos. Sabía que tales serían

los pasos que seguiría dentro del monasterio. Justo los opuestos

 

a los míos, que siempre entro por la nave lateral sur para

detenerme en la iconografía de San Bartolomé, patrón

de los epilépticos y de los poseídos de tartamudez como el

rey Pedro. Pero Gusmão prefería los muertos

 

saliendo de las arcas tumulares. Ese fin de agosto

él vino de Évora de Alcobaça y de los confines del término

de Óbidos. Los días del pasado frente a nosotros bajo

la gran nave. Alguien dejó encendida una mínima vela,

 

ennegrecida de luz, sobre las losas de la Casa del Capítulo.

Una sombra desciende de aquellas vidas sobre otras vidas de

amor futuro. Es casi lo mismo, conversar con los siglos

pasados y viajar: la carretera, entre dunas y pinares,

                                         desemboca en el mar.

 

 

EL HALCÓN DE BRONCE

 

Ahora

me elevas a los límites de tu vuelo

sobre el abismo dorado del mar

por montañas y oscuros valles de

ruina

suspendes el vuelo junto a la noche

donde el agua de un río dilacera el clamor

de la naturaleza.

Ahora

debo ocultarme en la sombra

y ser para siempre tu cazador.

La casa está vacía.

Llévame a las desiertas rocas, halcón – agua

                                      de la vida.

 

 

(De Sobre mármore; traducción: Luis María Marina)

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