LA LENGUA PORTUGUESA ES UN PRODUCTO DINÁSTICO
Nos encontramos ese verano en Alcobaça. “En el
brazo sur del transepto”, le dije por carta. Cuando
llegué al túmulo de D. Pedro lo vi precisamente
en el lado norte, junto al túmulo de Inés, cifrando el
misterio de la esencia y de los arquetipos de la teología
negativa en la figuración de los seres híbridos a que se
asocia el castigo de sus asesinos. Sabía que tales serían
los pasos que seguiría dentro del monasterio. Justo los opuestos
a los míos, que siempre entro por la nave lateral sur para
detenerme en la iconografía de San Bartolomé, patrón
de los epilépticos y de los poseídos de tartamudez como el
rey Pedro. Pero Gusmão prefería los muertos
saliendo de las arcas tumulares. Ese fin de agosto
él vino de Évora de Alcobaça y de los confines del término
de Óbidos. Los días del pasado frente a nosotros bajo
la gran nave. Alguien dejó encendida una mínima vela,
ennegrecida de luz, sobre las losas de la Casa del Capítulo.
Una sombra desciende de aquellas vidas sobre otras vidas de
amor futuro. Es casi lo mismo, conversar con los siglos
pasados y viajar: la carretera, entre dunas y pinares,
desemboca en el mar.
EL HALCÓN DE BRONCE
Ahora
me elevas a los límites de tu vuelo
sobre el abismo dorado del mar
por montañas y oscuros valles de
ruina
suspendes el vuelo junto a la noche
donde el agua de un río dilacera el clamor
de la naturaleza.
Ahora
debo ocultarme en la sombra
y ser para siempre tu cazador.
La casa está vacía.
Llévame a las desiertas rocas, halcón – agua
de la vida.
(De Sobre mármore; traducción: Luis María Marina)
No hay comentarios:
Publicar un comentario