Kurt Gerron, nacido en Berlín de padres judíos de clase media, en 1897, nunca debió sentirse extranjero en Alemania. Peleando del lado del Ejército imperial alemán en la I Guerra Mundial, Gerron recibió varias heridas. Era, a todos los efectos, un veterano de guerra.
De vuelta en el Berlín de entreguerras, y tras abandonar la carrera de Medicina, decidió dedicarse a la escena, enrolándose en sucesivas compañías de cabaret, un género que habría de conocer su esplendor en ese irrepetible Berlín de la belle époque. El cénit de su carrera en este género llegaría en 1928, cuando, en un pequeño teatro de Berlín, dio vida al jefe de policía Brown en el estreno de la Ópera de tres peniques, de Brecht y Kurt Weill.
Tras su paso por el cabaret, Gerron se pasó al cine, cuya era de esplendor comenzaba en Alemania. Actor y director, Gerron protagonizó alguna de las películas más exitosas del momento, entre ellas, El Ángel Azul de von Sternberg, con una joven Dietrich de protagonista. ¿Cómo el orondo, exitoso, elegante y adinerado actor y director que vemos en el retrato, podía suponer que, en unos pocos años su carrera estaría acabada? Mas, la llegada del partido nazi al poder en 1933 supuso efectivamente el fin de su carrera cinematográfica en Alemania.
Gerron, estupefacto a buen seguro ante el rápido hundimiento de la República de Weimar, inició entonces, como tantos otros judíos de la intelligentsia alemana, un prolongado exilio por varios países de Europa, huyendo a medida que los tentáculos del poder nazi se extendían por el centro del continente. Tras un breve paso por Francia, Gerron probó suerte en Austria y, más tarde, en Holanda, donde Gerron vivió casi diez años y consiguió filmar algunas cintas y montar varios espectáculos de cabaret. En 1943, dichos tentáculos acabaron por atrapar a Gerron, quien fue enviado al campo de traslado de Westerbork, vestíbulo de la estación sin retorno al mundo concentracionario alemán. Allí, Gerron coincidó con algunas de las estrellas más reputadas del cabaret alemán, refugiadas como él en Holanda: Max Ehrlich, Franz Engel, Camilla Spira, Erich Ziegler o Willy Rosen., con quienes Gerron creó una compañía de cabaret para entretener a los internos del campo.
A comienzos de 1944, en atención a sus méritos de guerra y a su fama, Gerron fue enviado a Theresiendstat, “el campo de concentración modelo” que los nazis habían diseñado para combatir el rumor, certeza ya, que se extendía por toda Europa acerca de la realidad del Holocausto. De hecho, poco después de su llegada a Terezin, obligado por las autoridades del campo, o quién sabe si con la promesa de que su vida sería respetada, Gerron comenzó a dirigir un documental propagandístico nazi sobre el campo: “Theresiendstadt: el Fûhrer da una ciudad a los judíos”.
A los pocos días de acabar el rodaje, Gerron y su mujer fueron incluidos en el último transporte que salió de Terezin con destino a Auschwitz. Una interna del campo, Vlasta Schôn, cuenta que, cuando oyó su nombre en la lista de los incluidos en ese transporte, Gerron comenzó a gritar, incrédulo ante la noticia. Ya en la rampa de subida al tren, cuando éste estaba a punto de partir, Gerron habría pedido de rodillas a los SS que los dejasen en Terezin, recordándoles que “había hecho esa película para ellos”. Los SS, según el relato de Schôn, los metieron a patadas en el vagón.
Al día siguiente de llegar a Auschwitz, Gerron y su mujer morían en la cámara de gas.
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