17 febrero 2013

Coloquios con Berenson

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De uno de mis últimos viajes a México me traje en la maleta los Coloquios con Berenson de Umberto Morra, libro que había leído citado en algún otro libro que -como me suele pasar- ya no recuerdo. Confundido desde entonces en una de las pilas en el suelo de la biblioteca, ha llegado esta semana, cuando ya ni me acordaba de él, hasta mis manos, intonso aún. La edición, la del Fondo de Cultura Económica de 1968, es (hasta donde sé) la primera en nuestra lengua, y se encuentra sin mayores dificultades en  lance. En España (repito, hasta donde sé, ojalá alguien me corrija), los Coloquios permanecen inéditos, algo que hasta cierto punto esperaba.  Confieso que me ha sorprendido más descubrir que las obras más conocidas y leídas de Berenson, su serie de cuatro estudios sobre los maestros italianos agrupados bajo el título Italian Painters of the Renaissance , no han vuelto a ser publicadas entre nosotros desde la edición de Garriga en 1954.  De nuevo aquí, México nos llevó la delantera: la editorial Leyenda (fundada en tierras mexicanas por el exiliado valenciano Bolea) los publicó en 1944. En bella edición con prólogo y traducción de otro exiliado, Juan de la Encina, admirador de la obra de Berenson y quien se empeñó por introducirla entre nosotros –con escaso éxito, como se puede comprobar.
Formado en Harvard y Oxford, relacionado con los mayores coleccionistas de arte, Berenson fue considerado uno de los historiadores del arte más relevantes de su tiempo, hasta tal punto que sus cuatro obras mayores eran conocidas en la disciplina como “los cuatro evangelios”, destacando por su ingente labor de atribución de obras. Sus libros, por ejemplo los de la serie de los pintores italianos del Renacimiento, recogen largas listas de obras clasificadas por autores, pero también brillantísimos ensayos introductorios que abren los ojos de cualquier profano acerca de las circunstancias en que se desarrollan cada una de las escuelas y las peculiaridades del pincel de cada uno de los maestros.
Entre 1931 y 1940, el periodista italiano Umberto Morra frecuentó la residencia de los Berenson, la villa “I Tatti”, en las colinas de Settignano, a las afueras de Florencia. Pronto el periodista comenzó, provisto de cuaderno, a tomar notas de las conversaciones con Berenson. Esos apuntes conforman la base de los Colloqui, que Morra publica en 1963, poco despúés de la muerte de Berenson y en los que la única voz que suena es la del maestro.
A continuación se transcriben algunos fragmentos de estos jugosos Coloquios (que en algúm momento fueron editados con el subtítulo “Del arte y la vida”), en los que Berenson revela una inteligencia vastísima, pero nunca abstracta, siempre apegada a la materia de que el hombre y, sobre todo, el arte están hechos, al mundo. A la filosofía (envanecida de su tiempo), Berenson opone la materialidad de la historia, la materialidad de la belleza hecha arte. Una inteligencia que se define a través de la lente del arte más bello, el arte de la última época de la historia occidental en que creímos que podíamos ser dioses. 

Arte

Para apreciar la pintura, una sola enseñanza es posible: mirar; mirar hasta que la pintura haya penetrado adentro y forme parte del ánimo… He pasado días enteros en el Louvre, parado frente a los cuadros… He aprendido a conocerlos todos, uno por uno, a volver a verlos en mi memoria, como estaban dispuestos en las salas; entonces han empezado a trabajar dentro de mí…

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Nada me satisface como el arte antiguo. Su necesidad, su sencillez, su inmediación, su verdadera humanidad, a la que yo vuelvo como una necesidad. Comer pan, beber agua, para mí es lo mismo.

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En el barroco se toma contacto nuevamente con la tierra, el arte se hace, así, popular; por esto también se puede seguir fabricando barroco naturalmente.

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Los brazos del Moisés son musculosos pero delgados; lo demás, tronco, cabeza, barba y pies son de un gigantesco Dios fluvial; ningún misterio en la ideación, sino una gran forma marina vestida con profusión de algas. Las tablas de la ley desaparecen. Pero la delgadez de los brazos, pegados a las grandes espaldas y a las grandes manos, !cómo es ya un signo barroco!

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La esencia de lo bello. Según mi parecer, si se proecede indagando, en el fondo de lo bello se encuentra lo bueno, como en el fondo de lo bueno se encuentra lo bello; es una fusión que forma el sentido del destino humano; bello (y bueno) lo que no contradice, sino que ayuda y acompaña el destino humano, un quid que tiene, por lo tanto, en sí algo de heroico y trágico.

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Miguel Ángel hubiera debido morir a los cuarenta años, al terminar la Capilla Sixtina., Se habría perdido así su Juicio Universal, las tumbas, la capilla Paolina y otras obras; pero, por otra parte, se habría ganado con no tener que hacer cuentas, ahora, con su prepotente influjo que se ha difundido por dondequiera. En Florencia el camino del arte estaba ya marcado; pero en otras partes los efectos del ejemplo de Miguel Ángel fueron deletéreos. La retórica del músculo, del esfuerzo, de lo enorme, del sentimiento heroico sobre las almas que no habían nacido para participar en eso, enturbió por todas partes la época sucesiva; de los Carracci a Tiziano, y a Tintoretto y hasta el último Rafael, sin contar a los extranjeros. La energía humana cuando es tan potente es devastadora; piénsese en Wagner.

Libros

La fama del África, el poema latino de Petrarca, es provocada por la dificultad y por el tedio de la lectura,; quien llega al fondo está tan apresado por la importancia de su cansancio, que los pocos versos bellos que se encuentran en él le parecen maravillosos.

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Leer las cosas nuevas con el solo objeto de “estar al corriente” es uno de los pecados contra el espíritu. A las cosas nuevas no hay que dedicarle más que la décima parte del propio tiempo y una parte mínima de la propia energía.

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Mary (Berenson; su mujer) ha arruinado mi vida alentándome a escribir libros. Si no hubiese escrito libros, ¿qué me habría vuelto? Me habría vuelto un verdadero gentleman.

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El arte del narrador es distinto del “saber escribir”… Los ingleses lo tienen en un grado sumo; por eso son excelentes historiadores…Si un libro está bien “narrado” lo leemos con gusto, y luego apreciamos también sus otras cualidades.

Otros

En Nápoles sentía un éxtasis como el de la Virgen Anunciada ante el Ángel. El milagro se debe al hecho de que la vida civil en Nápoles, como en casi toda Italia, dura desde hace tres mil años. No es así en todas partes: hay vacíos de siglos. Especialmente en Grecia.

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Los filósofos, todos, usan palabras que repiten continuamente sin haberlas definido; cada uno tiene su preferida, como Croce la palabra “espíritu”; yo entiendo más o menos lo que significa, pero quisiera que la explicase él por sí mismo.

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Los psicoanalistas no se ocupan de la mente de los pacientes, no creen en la mente sino en un intestino cerebral.

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Los hombres no saben resistir la atracción de los automóviles. Si se hubiese podido presentar un automóvil a Platón, Platón se habría vuelto Ford.

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