EN EL CASTILLO DE ANSIÃES
Ya sé que lo que pasado pasado está,
la historia no es una serpiente
que se muerde la cola;
que los que aquí vivieron ya ni huesos son,
sopló sobre ellos el viento
extinguiendo la poca llama que fueron;
que cesó todo ruido, de fiesta o querella,
descompuesto en la acidez de los días;
que los lugares donde acaso podría haber quedado
impresa alguna huella accidental,
alguna hendidura en la piedra con vocación de historia,
están cubiertos por zarzas y avena salvaje.
Ya sé que los horizontes
que vamos recogiendo de lo alto de la muralla
con las cautelosas pinzas del afecto,
contrariamente a los que murieron,
ahí siguen
perpetuo desafío al viento y la mirada.
¿Y si ya sé todo eso:
carne frágil, minerales perennes;
y si con todo eso me conformo, como hombre
sobre quien también un día ha de soplar
el tiempo, y está dispuesto a perdonar;
por qué esta agua insumisa
que lentamente me moja el reverso de los ojos?
¿DE QUÉ SE RÍE YORICK?
I
¿Qué hace reír al bobo Yorick?
Completamente carcomido, circunscrito
a una caja de huesos vagamente redondeada
con algunos orificios
por donde se diría que entró la vida
y ahora no entran sino escarabajos,
babosas, larvas, las extensas
raíces de las hierbas dañinas
-¿qué hará reír a este hombre que fue?
Solo quizás –digo yo- las impertinentes
cosquillas de la eternidad.
Que también a mí algunas veces
me han hecho reír antes de tiempo.
(De ARADO, Cotovia, 2009; Traducción: L.M.M.)
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