Oigo y leo con cada vez más frecuencia, aun a gente que uno tiene por inteligente, una frase que causa cierto placer al oído la primera vez que se escucha, pero que, cuando comienza a repetirse y amenaza ya con volverse lugar común, acaba por revelar su verdadera naturaleza: la de ocurrencia, cuando no simple y llanamente la de estupidez. Pese a ello el escritor, siempre afectado, consciente de la trascendencia de las palabras que va a pronunciar, se planta delante del micrófono —esto se dice siempre delante de un micrófono, y si es posible delante de una cámara, pues delante del espejo produce un efecto mucho menos espectacular— y sentencia sobre su último libro: “He escrito el libro que me habría gustado leer”. A mí me suele pasar justo lo contrario: de vez en cuando encuentro libros que me habría gustado escribir. Rareza mía.
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