Ayer, en las mesas de manuseados de la Assírio del Pátio Siza me encuentro casi todas las "Espacio/Espaço Escrito" que vieron la luz, de manera intermitente, a lo largo de dos décadas. Compro las que no tenía; entre ellas, esta; ni más ni menos que Tápies y Valente de un lado y Cesariny y Vieira da Silva del otro. Así la leo, inconscientemente guiado por las primeras fronteras que me han enseñado a ver: las de las nacionalidades. Pronto me imagino que quizás lo que Campos Pámpano buscaba era sugerir caminos que van y vienen, pasando por encima de aquellas imaginarias líneas de separación geográfica, de Valente a Cesariny y de Tápies a Vieira, para pronto percatarme de que ese iter lógico está también condicionado por otras fronteras, mucho más porosas, pero aun así limitadoras: las que quieren separar a las disciplinas artísticas. Al fin me doy cuenta de que no tiene sentido acotar la riqueza semántica de la revista y ensayo todas las posibles combinaciones: Valente-Cesariny; Tápies-Vieira; y aun Valente-Vieira y Cesariny-Tápies. Como en una regla de tres bien resuelta, la revista funciona en todas las direcciones, y parte del juego es precisamente descubrir los sugerentes vericuetos por los que llegamos siempre a un mismo resultado: la gozosa contemplación de cuán pequeña resulta toda frontera frente al desbordante genio creador del verdadero artista.
Lo anterior me lleva a recordar que por estas alturas, hace un año, asistíamos en Lisboa a la presentación de "Suroeste", dirigida por Antonio Sáez Delgado y más que digna heredera del espíritu y la letra de "Espacio". Sería una verdadera lástima que "Suroeste" sucediera también a su causante en aquello de "intermitente revista en dos lenguas" (que así llamó uno de sus fundadores a "Espacio"). Todos sabemos los tiempos que corren, pero también sabemos que cada año sin "Suroeste" es un espacio en las relaciones entre nuestras literaturas que dejamos vacío. Esperemos, pues, que "Suroeste" vuelva a colmarlo este año.
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