Pese a los evidentes ecos del Marqués (evidentes y hasta cierto punto previsibles en un heredero confeso del libertino Sade) en el título global y en el de alguno de los relatos que lo conforman (Fátima o El amor loco), estos textos son sadinos porque fueron recogidos y editados en Setúbal, a orillas del río Sado, donde Pacheco malvivió en dos períodos de su vida. Ciudad portuaria, maldita, con un emplazamiento geográfico (enfrente, la espléndida desembocadura del Sado, formando la península de Tróia; a su lado, la poética Serra da Arrábida; todo ello mezclado con los despojos de lo que fue una potente industria, pesquera y no solo) que nada tiene que envidiar a la recoleta Lisboa, contracanto de esta y por eso mismo más auténtica que la ciudad del Tajo (más auténticos desde luegos los pescadores retirados que toman café en la plaza de los Paços do Concelho que esas increíbles varinas lisboetas que saltan por los empredrados de los fados), otro día hablaremos de ella y de sus escritores (Bocage, Gama) con más calma. Hoy nos quedamos con los textos (reedición, reelaboración, recreación de otros anteriores) sadinos. Entre ellos deslumbra, claro, Comunidade, que uno no sé cansa de leer. Una joyita.
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