PESSOA REVISITED
Esta noche te encuentro, poeta.
Esta noche, que no es antiquísima,
ni idéntica por dentro
al silencio,
sino apenas lúcido abismo de mi insomnio,
sigo desde la orilla
el río de tus versos.
En algún momento todos los poetas
se encuentran contigo.
Aun los menores como yo
o mi vecino de al lado,
que es contable, no escribe versos
y destroza el violín en las horas de ocio.
Miro esta noche y pienso
los versos reaccionarios
en que reiventaste el sentido de las palabras
y te negabas.
Te negabas en la irónica contradicción
de los conceptos escalpelizados
y aun
en la matemática cortesía de la correspondencia comercial,
con la misma soltura
con que un Einstein especula con espacios interestelares
y la diurna y bizarra noche galáctica.
Tu genio desmedido
frustraba en ti
el burócrata para uso externo.
Y reías, en alto
como un insulto amargo,
por detrás
del Álvaro de Campos snob,
u oculto
en la frialdad geométrica y lejana
de Ricardo Reis.
Cerebrales, fríos, son,
dicen,
tus versos.
Lo son como quien habla, lenta,
pausadamente,
disimulando en la garganta el nudo de la angustia.
Frente
a la ajena ignorancia del tiempo absurdo,
con la miopía y el bigote estrecho
del escribiente que se finge cómico,
habitaban
el genio y la náusea.
Con el gesto banal y repetido de quien
enciende el cigarro
abriste las puertas del asombro
e hiciste creer que eran las de la depensa.
Por eso
hoy nos limitamos a entrar,
por eso dormimos hoy con la cabeza
en tus versos,
hablamos con aire despreocupado
de Pessoa, a la hora del café,
y te visitamos con secreta religiosidad.
Ahora que te has ido,
sin que nos diésemos cuenta,
desapercibido, caminando de puntillas,
en vano te buscamos,
en vano rezan por ti largas loas,
en periódicos que rezuman cultura,
en vano te imitamos,
en vano la estridencia de nuestro arrepentimiento.
Allá donde habitas no hay sonido
y ni siquiera te incomodan en el lecho
las duras piedras y la tierra caliente de las raíces.
El día 30 de noviembre de 1935
aquí hacía sol
y yo,
desde la acera,
veía pasar los tranvías sin entenderlos
y resumía el sueño en la nitidez golosa
del pan con mantequilla,
sentado a miles de quilómetros de tu muerte.
Sabrás perdonarme que no haya ido
a tu entierro anónimo.
(De O País dos Outros, 1959)
Traducción: L.M.M.
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